«El modelo sistémico, sin duda el marco conceptual más extendido en la terapia familiar, ha llegado a ser en los últimos años uno de los modelos de más popularidad no sólo entre los psicoterapeutas sino también en el campo de la asistencia y bienestar social, las organizaciones y redes sociales, la salud, y los problemas escolares. Y ello no es por azar.
Su campo de aplicación característico, el trabajo con la familia, se sitúa en el centro de la vida social. Pocas cosas ocurren con independencia de la familia, en sus múltiples y renovadas formas, entendida como grupo socio-afectivo primario. Y es que el modelo sistémico se distingue claramente de los demás modelos de la intervención psicológica (psicoanalítico, fenomenológico, conductual, cognitivo) porque su unidad de análisis es el sistema y no el individuo, ni la persona, tan
ensalzadas por la psicología tradicional y la civilización occidental. En efecto, sus bases conceptuales no son ni la personalidad y sus rasgos, ni la conducta individual, sino el sistema familiar como un todo, como un organismo estructurado e interdependiente que se comunica con unas pautas de interacción, y en las que el individuo sólo es uno de sus componentes, su valor tiene que ver con la función y posición en el sistema».
Los síntomas, desde esta perspectiva son vistos como parte de este patrón comunicacional, y por tanto una característica del sistema y no únicamente del que lo sufre. Por tanto, se tiende a trabajar con toda la familia y orientar la intervención al alterar los patrones de interacción familiar en los que el síntoma cobraba su sentido.
Desaparece así el paciente como objeto de la intervención y también el terapeuta, puesto que se suele trabajar en equipo. La relación terapéutica, el eje de la psicoterapia para algunos modelos, no es ya algo que ocurre entre terapeuta y cliente, sino entre un equipo y una familia. Las sesiones de terapia, entre 6 y 20 según los formatos, suelen ser algo más largas, pero también más espaciadas en el tiempo. En suma, se trata de una nueva concepción de la psicoterapia y de la forma de aplicarla. (Guillem Feixas i Viaplana)
Y uno de los motivos más frecuentes se debe a que ayuda a los profesionales de la Salud en general, y de la Psicología y Psiquiatría en particular, a conocer información esencial para el abordaje psicológico de las personas, parejas y familias. Es decir, a ayudar, acompañar y facilitar el proceso terapéutico de los pacientes.
Y, ¿cómo es eso posible?
#SomosYSeremosCambios
Hay 2 Tipos de Cambios que son los más frecuentes #DemandasEnConsulta
– Hay un nuevo síntoma o uno que apareció hace tiempo en una persona, miembro de una pareja o de una familia y que ahora ya supone mucho malestar y sufrimiento para la propia persona o para todos (-sistema-) Se pide que la Psicóloga ayude a la persona a volver al #estado previo a esos síntomas y/o malestar. Es el CAMBIO1.
Es decir que, en el Cambio1, los parámetros individuales varían de manera continua pero la estructura del sistema no se altera.
– Mientras que, en el Cambio2, el sistema cambia cualitativamente y de una manera discontinua. Se producen cambios en el conjunto de reglas que rigen su estructura u orden interno: persona, pareja y/o familia. Y ello conlleva aprender y adaptarse a las alteraciones del ambiente.
Cuando tratamos con parejas y familias, observamos que muchas de las soluciones intentadas por ellos para resolver el problema por el que consultan son cambios-1, ya que estos intentos de cambio no consiguen modificar «cualitativamente» las relaciones entre los miembros, es decir, las estructura del sistema familiar o de pareja.
Un ejemplo y práctica muy frecuentes: con los hijos, la pareja, nuestros amigos, nuestros mayores…
El fenómeno «más de lo mismo» es un típico ejemplo de Cambio-1.
Consiste en aplicar reiteradamente el mismo intento de solución, a pesar de no obtener los resultados deseables, en vez de cuestionarse la conducta que uno aplica para la solución del problema, el individuo parte de la premisa mental de que esa conducta es la correcta, y la justificación que se da al hecho de no obtener el resultado deseable es que «no la aplica con la suficiente intensidad».
Ejemplos: ciertas conductas de los hijos: deberes, motivación, procrastinación. Y también en adultos, nuestra relación de pareja, lo que se supone que realizamos con la mejor de las intenciones no causa los cambios esperados.
Y eso es debido a que las demandas recurrentes y mantenidas en el tiempo, en intensidad y una duración prolongada no son el enfoque óptimo a la dificultad o problema. El tema estrella: la sexualidad. No consiguen el objetivo por el que se demanda de forma constante y mantenida en el tiempo la alta demanda, le aportan mucha información a su pareja sobre «cómo me siento y lo que tú no me aportas», «siento que no me entiendes», «no me quieres o deseas ya»,..
Generando en nuestra pareja el efecto contrario: desconexión, desmotivación, sentir una presión constante por agradar o desear lo que la pareja le demanda, por lo que no surge de su motivación y deseo. ¿Realmente deseamos ese tipo de cambio en la relación?
Debemos recordar que el motivo esencial para un cambio: es la búsqueda de una mejora y bienestar conjunto, no únicamente de uno de sus miembros.
¿Se entiende? ¿Conoces ejemplos?
Pues ahora toca cambiar por mí, no por tus exigencias y demandas. Si «más de lo mismo» ya no funciona, y para que hayan cambios efectivos, a veces, necesitamos ayuda profesional.
Un saludo a todes y cuidaros, Zoraida.