Durante muchos años, el Trastorno por Déficit de Atención-Hiperactividad, conocido entre los clínicos por sus siglas TDA-H, resultó ser especialmente conocido y diagnosticado por pediatras, cuando los padres o educadores derivaban a un niño con conductas disruptivas, muy impulsivo e hiperactivo.
Este trastorno, tratado o no, se esperaba que continuara hasta la pubertad, período de la vida en el que se suponía remitía espontáneamente.
Durante la última década, la investigación neurobiológica y la experiencia clínica han cambiado radicalmente nuestra comprensión de este trastorno.
Ahora sabemos que el trastorno afecta no sólo a niños varones hiperactivos, sino a un sustancial porcentaje de niños, adolescentes y adultos de ambos géneros, probablemente al menos al 5% de la población, muchos de los cuales no son hiperactivos.
Surgen ahora las dificultades cognitivas centrales en el trastorno, dentro de las cuales la falta de atención es la más llamativa, pero abarca una amplia variedad de funciones cognitivas, incluyendo habilidad para activar y organizar un trabajo, habilidad para sostenerse alerta, capacidad para utilizar a corto plazo y de forma efectiva la “memoria de trabajo”, etc.
Algunas de estas dificultades de atención están recogidas en los criterios diagnósticos usuales como el DSM-IV-TR, aunque va emergiendo el conocimiento de que particularmente adolescentes y adultos presentan un gama más amplia de dificultades cognitivas que se solapan con alteraciones en las “funciones ejecutivas” que cumplen un rol crítico en integrar y regular el conjunto de la actividad mental.
En resumen, se ha cambiado el criterio simplista del TDAH como niños hiperactivos, hacia una comprensión del trastorno que incluye alteraciones crónicas en funciones críticas para la activación, integración y organización de la actividad mental, determinantes para una eficaz adaptación a las exigencias académicas, laborales y de las relaciones sociales.
El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDA-H) es el trastorno psiquiátrico de mayor frecuencia en la infancia, siendo más propensos los niños (4:1)
- Se estima que lo padece el 5% de la población infanto-juvenil, lo que equivale a 1 o 2 alumn@s por aula.
- Es un Trastorno BIOLÓGICO, de origen NEUROLÓGICO, provocado por un desequilibrio entre dos neurotransmisores cerebrales:
- Noradrenalina (NA)
- Dopamina (DA)
- Serotonina (5HT)
- Estos Neurotransmisores afectan directamente a las áreas del cerebro responsables de:
- Autocontrol
- Inhibición del comportamiento inadecuado
- El TDA-H provoca en el niño las siguientes Alteraciones en la Conducta (AC):
- Hiperactividad
- Impulsividad
- Inatención
- Estos Síntomas NO siempre están presentes conjuntamente –existen diversos subtipos de TDA-H- y se manifiestan en al menos 2 ambientes de la vida del niño: colegio, casa,…
Se caracteriza por los siguientes Síntomas que provocan Alteraciones en la Conducta:
- Hiperactividad (H): alto nivel de actividad motora dada su edad.
- Impulsividad (Im): dificultad de autocontrol en sus emociones, pensamientos y conductas, que se presentan con mayor intensidad y frecuencia de lo esperado para su edad y nivel de desarrollo, de tal forma que interfieren de manera negativa en su aprendizaje y/o comportamiento.
- Inatención (In):incapacidad de resistirse a estímulos irrelevantes, lo que dificulta su concentración durante mucho tiempo y, por tanto el mantenimiento del “trabajo consistente” en una tarea, por un periodo de tiempo más o menos largo.
Entonces, ¿por qué decimos que el TDAH es una realidad invisible?
Porque el TDAH se caracteriza por presentar dificultades crónicas en la atención, hiperactividad e impulsividad, de manera más frecuente y grave que en niños de un nivel de desarrollo similar.
Por lo tanto no es la presencia de estos síntomas lo que determina la disfuncionalidad, sino la intensidad y frecuencia en cada etapa evolutiva (Cardo & Servera, 2008).
Se asocia con esta sintomatología:
- dificultades en el aprendizaje
- trastornos perceptuales,
- de conducta y de lenguaje
- alteraciones del sueño
- escasa tolerancia a la frustración
- baja autoestima
- dificultades para manejarse entre sus padres y
- en algunos casos, conductas agresivas y desafiantes.
Sintomatología que repercute en la dificultad que tienen de aceptar las normas propuestas por el adulto. Esto suele ser más notorio cuando comienzan la etapa escolar, dificultando su desempeño escolar (Barkley, 2006; Joselevich, 2005; Risueño, 2005).
Por lo que si NO se realiza una detección precoz, una evaluación y un diagnóstico, mayor probabilidad existe de que el niño presente problemas asociados como: fracaso escolar, aislamiento social, problemas familiares,…
En definitiva, nuestra labor y responsabilidad es que sea un niño con una infancia para recordar y no para olvidar, y de ello somo copartícipes tod@s.