Es esencial distinguir entre problemas emocionales, sociales y familiares que originan dificultades académicas y los problemas emocionales, sociales y familiares que surgen como consecuencia de un TDAH.
No es un problema emocional.
No es un problema de aprendizaje.
Ni de crianza por parte de los padres.
Ni de los estilos parentales.
El TDAH es “poco comprendido”, porque los afectados parecen, en ocasiones, normales y es difícil comprender que su comportamiento es “natural” y se relaciona con la neurobiología que regula su actitud. Así, es común que los niños de 2 y 3 años sean inquietos e impulsivos y no mantengan su atención más de unos pocos minutos.
De hecho, la mayoría de los niños de esta edad presentan estas características debido a que es una etapa en la que están descubriendo e investigando su entorno, aunque sólo un 5%, aproximadamente, seguirá presentándolas después de los 4 años.
De hecho, muchos padres de hijos con TDAH describen que esta conducta hiperactiva e impulsiva de sus hijos no sólo no disminuye sino que, por el contrario, aumenta a partir de los 4 años.
Es bastante común que a estos niños se los considere vagos o maleducados, como si la culpa fuera de los padres o como si dependiera de la voluntad de los niños cambiar el estado de la situación.
Es habitual que se compare a estos niños con los hermanos, los amigos u otros compañeros de clase, sin tener en cuenta que para ellos lograr un nivel de atención o control de la conducta, que exhiben otros niños, les exige un esfuerzo extraordinario, y en algunos casos de una magnitud tal que resulta imposible de lograr.
De ahí la importancia de buscar profesionales que puedan resolver nuestras preguntas y dudas, así como de confirmar o descartar el posible trastorno en el niño.